Pequeño relato sobre la Historia   de las Abuelas de Plaza de Mayo

En el marco de los 40 años de Abuelas, el día 20 de septiembre se realizó en el Normal una jornada con Irene Strauss, responsable del área de Educación de Abuelas de Plaza de Mayo

Pequeño relato sobre la Historia   de las Abuelas de Plaza de Mayo

La Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo se conformó durante los primeros años de la última dictadura, cuando algunos familiares de desaparecidos comenzaron a reunirse y compartir la búsqueda de sus seres queridos.


RELATO DE IRENE STRAUSS INTEGRANTE DE ABUELAS DE PLAZA DE MAYO

La Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo se conformó durante los primeros años de la última dictadura, cuando algunos familiares de desaparecidos comenzaron a reunirse y compartir la búsqueda de sus seres queridos. De ahí fueron poco a poco surgiendo organizaciones de Derechos Humanos. Las dos primeras fueron Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Madres de Plaza de Mayo, que empezaron a romper el silencio y ejercer diversas acciones con el objetivo de encontrar a sus familiares. Entre aquellas mujeres que buscaban a sus hijos y participaban de las agrupaciones, había algunas que, además, buscaban a los hijos de sus propios hijos, es decir, a sus nietos. Niños secuestrados que hoy son los llamados “desaparecidos vivos”.  

¿Dónde están nuestros nietos?

Durante la dictadura, los militares consideraban que la ideología que trataban de exterminar a través de la desaparición de personas se podía transmitir a través del vínculo familiar; algo así como un “contagio ideológico”. Con ese argumento hacían desaparecer a los hijos pequeños o a los recién nacidos, y los entregaban, en su gran mayoría, a familias de militares. Anular, borrar la identidad y las raíces de estos niños tenía como objetivo que no sintieran ni pensasen como sus padres sino como sus enemigos.  

El procedimiento de apropiación de menores se llevó a cabo de diferentes maneras: algunos fueron secuestrados junto a sus padres; otros nacieron durante el cautiverio de sus madres y luego del parto fueron separados de ellas y la mayoría entregados a familias de militares, de policías o relacionadas con ellos. Se trataba de personas que estaban en «listas de espera” (de un nacimiento) en los diferentes Centros Clandestinos de Detención. 

Los niños robados fueron inscriptos como hijos propios por los miembros de las fuerzas de represión, dejados en cualquier lugar, vendidos o abandonados en institutos como seres sin nombre, NN, o fraguando una adopción legal, con la complicidad de jueces y funcionarios públicos. De esa manera, los hicieron desaparecer al anular su identidad, privándolos de vivir con su legítima familia, de todos sus derechos y de su libertad. 

 Son centenares los niños que fueron privados de su identidad, familia e historia personal y criados como hijos propios por miembros de las fuerzas represivas (Marina, Ejército, Aeronáutica, Gendarmería, Prefectura, Policía y parapoliciales), además de los 2 civiles, médicos, parteras y funcionarios de la Justicia cómplices que se los apropiaron mediante adopciones fraudulentas. Durante el primer año de trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo llegaron a juntar catorce denuncias y recopilaron información sobre los niños buscados y sus padres. En 1978 empezaron a viajar y presentar las denuncias en organismos internacionales como Amnesty Internacional, Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos. Las denuncias crecieron, y en el año 1983, ya en democracia, tenían cerca de 190 casos identificados; para llegar a 300 en el año 2001. En la actualidad, con la apertura de las causas, surgen nuevos testimonios de sobrevivientes que brindan datos sobre mujeres secuestradas embarazadas. Se calcula que son cerca de 500 los niños que han sido apropiados durante el terrorismo de Estado.

En el libro Niños desaparecidos, jóvenes localizados 1975‐2011, editado por Abuelas, se puede buscar información sobre cada uno de estos casos. http://www.abuelas.org.ar/Libro2010/index.php

Abuelas de Plaza de Mayo es hoy una organización no‐gubernamental que tiene como finalidad localizar y restituir a sus legítimas familias a todos los niños secuestrados desaparecidos por la represión política. Desde su creación hasta el presente las Abuelas lograron recuperar la identidad biológica de 105 nietos. La mayoría de ellos fueron localizados y se les restituyó su verdadera identidad. Se ha descubierto que otros fueron asesinados junto a sus padres; o que sus madres fueron asesinadas antes de darlos a luz.

Para su labor, la Asociación cuenta hoy con equipos técnicos integrados por profesionales en los aspectos jurídicos, psicológicos, genéticos, y de difusión.

Cuando las Abuelas empezaron su búsqueda, no tenían idea de que lo que estaban construyendo era un derecho. Simplemente salieron desesperadas a buscar a sus hijos primero, y luego, también a sus nietos. Y a medida que fueron avanzando en su búsqueda, aparecieron problemas que trataban de solucionar. Cada solución a su vez traía nuevos interrogantes o nuevas cuestiones a resolver; y así, sin darse cuenta, fueron desarrollando las herramientas que hoy están disponibles para la garantía del derecho a la identidad en todo el mundo. En este camino que vienen desarrollando hace más de 34 años, las Abuelas nunca bajaron los brazos; ante todas las adversidades siguieron poniendo su amor y creatividad en tratar de encontrar las soluciones, y hay que destacar que esa lucha fue siempre dentro de la ley y nunca se dejaron seducir por la impunidad.

El no olvido, la intención de construir con la memoria de sus hijos, de sus nietos o de la sociedad en su conjunto, está totalmente arraigado a un concepto de justicia.

Jamás hicieron ningún acto por fuerza propia, ni justicia por mano propia, ni ningún acto que estuviera fuera de la ley marcada por la Constitución o las leyes argentinas, por más que las leyes muchas veces las perjudicaran.

El primer paso importante que hicieron las Abuelas fue juntarse entre ellas y sumar sus fuerzas para convertir su búsqueda individual en una búsqueda colectiva. Hacia fines 3 de 1977, se juntaron, se organizaron y empezaron lentamente a tratar de resolver su primer problema: ¿Cómo hacer para saber dónde estaban sus nietos?

Durante la época de la dictadura, inventaron distintas estrategias de tipo detectivesco. Es decir que lo que trataban de hacer era averiguar cualquier indicio que existiera y pudiera dar cuenta de dónde podía estar ese niño que ellas buscaban.

La dificultad, por supuesto, fue enorme.   Entonces comenzaron a encontrar a los primeros nietos y surgió la pregunta: ¿cómo hacer para probar que realmente eran esos nietos que buscaban?

Hasta que un día una abuela, leyendo un diario, encuentra la noticia de que en EEUU se había dado el primer caso de un padre que era obligado a aceptar la paternidad de su propio niño a través de una prueba sanguínea. Y ahí comenzaron a “caminar” la comunidad científica con la pregunta: “¿Se puede identificar a un niño a través de su sangre, si los padres no están presentes?”. Y efectivamente, después de muchas gestiones, lograron que un grupo de científicos radicados en EEUU desarrollen un método para saber si un niño es nieto de un conjunto de abuelos. A este método de identificación se lo llamó “índice de abuelidad.

En la página web de Abuelas de Plaza de Mayo hay una clase de Diego Golombek explicando de qué se trata.

Automáticamente apareció un nuevo problema: ¿Cómo hacer para que la justicia acepte esa prueba científica como tal? Había que convencer a los jueces para que aceptaran la prueba. Muchos jueces la aceptaron y los juicios se llevaron adelante. Se llegó al punto en el cual, a partir de investigaciones o de denuncias que recibían las Abuelas, se sabía dónde estaba el niño. El niño era citado y se hacía la prueba hemática, que en un principio fue una prueba de “histocompatibilidad”, para después del 2001 pasar a hacerse a través del ADN, que era más efectivo. Con el ADN no había dudas.

Se iniciaba un proceso de nuevas preguntas. ¿Estaba bien restituir a un niño y devolverlo a su seno original? ¿O se le estaba haciendo vivir un nuevo trauma por una suerte de nuevo cambio de familia, nuevo “arrancamiento” de lo que vendría a ser su supuesto seno familiar?

Algunas de las primeras restituciones fueron bastante “desprolijas”. Este proceso complejo se evidencia cuando uno empieza a construir un derecho. Uno lo hace andando, y no siempre se sabe por dónde caminar. Simplemente, se camina.

A partir de este momento, Abuelas tuvo que empezar a consultar y asesorarse con un conjunto de psicólogos quienes tampoco tenían la certeza sobre qué era lo mejor. Se partía de un presupuesto, pero había que empezar a hacer estudios y juntar todo tipo de documentación, hacer entrevistas con las familias, con los niños, y así comenzar a juntar casuística para saber qué era lo adecuado.

Hoy en día se sabe que la restitución es la única forma de reparar el daño de la violencia de la apropiación. La restitución pone nuevamente todo en su lugar.

Hay una anécdota muy esclarecedora que cuenta el juez Juan María Ramos Padilla, ex Juez Federal de Morón, que dispuso la restitución de la niña María José Lavalle Lemos. Él se preguntaba qué era lo más justo para la niña. Se planteaba el terrible sufrimiento que significaría saber que quienes había creído durante toda su vida que eran sus padres, no lo eran. Frente a ese dilema, el Juez buscó respuestas. Habló con psicólogos, con psiquiatras, inclusive con el equipo de psicólogos de las Abuelas de Plaza de Mayo, pero ninguna de esas respuestas le convencía. Entonces, se le ocurrió preguntarle a su hijo de doce años, quien le respondió: “Mirá papá: la verdad es la verdad”.

Ramos Padilla reconoce que con el tiempo valoraría la importancia de esta respuesta reconociendo “lo importante que es para un chico saber que no le mienten”. Especialmente para los chicos que han estado desaparecidos, ya que en su caso, la verdad es su identidad. Confiesa, además, que la primera restitución la hizo con muchas dudas; que es una experiencia muy difícil de transmitir para quienes no la han vivido. “Es imposible imaginar lo inmenso que uno devuelve al restituir a un niño su identidad y su verdadero origen”, afirmó. Y que si bien se cree que para los chicos es dramático descubrir la mentira en la cual han vivido, ese dolor es como “el pequeño costo para el inmenso beneficio que reciben cuando conocen la verdad”.

Si hacemos un resumen hasta acá, vemos que, en primer lugar, la ciencia se pone al servicio de los Derechos Humanos y logra obtener un método para la identificación de los niños. Luego, cuando esto sucedió, hubo que movilizar a la Justicia para que acepte ese método. Posteriormente, para tomar la decisión en las restituciones, no sólo hubo que movilizar a la justicia, también fue necesario trabajar con un conjunto de psicólogos que acompañara estos procesos.

Así es como el derecho se fue armando paso a paso, y aún sigue armándose, ya que cada solución plantea un nuevo problema o interrogante que hay que resolver.

Hacia fines de los 80, más específicamente después de los levantamientos militares de Semana Santa de1987, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, llegaron las “Leyes de impunidad”. Con las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, el Congreso de la Nación legalizaba la impunidad. Durante 20 años no hubo juicios, no hubo instrucción, no hubo testimonios. Y se tuvieron que inventar otras estrategias para seguir.

De todos modos, hubo algunos logros importantes durante ese período. A partir de las primeras pruebas genéticas se empezó a tener éxito en la restitución. Y esas primeras pruebas se hacían en un laboratorio en los Estados Unidos. El problema, obviamente, era enviar la sangre y esperar. Y este proceso era muy costoso. Hasta que finalmente en 1987, el Estado puso los recursos para que se creara el Banco Nacional de Datos Genéticos, cuyo objetivo es garantizar a los niños secuestrados por la dictadura la posibilidad de recuperar su identidad aunque sus abuelas ya no estuvieran. Este Banco tiene como función el almacenamiento y la conservación de las muestras de sangre de cada uno de los miembros de los grupos familiares, por lo menos hasta el año 2050.

En 1992 se formó la CONADI, dependiente del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, que se encarga de solicitar documentación a las instancias que intervinieron en la inscripción de los bebés nacidos entre 1975 y 1981 –hoy jóvenes 5 que dudan sobre su identidad– y, si es necesario, ordena los análisis de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG).

En 1998 las Abuelas consiguen otro avance importante; y es que se incorporen dentro de la Convención Internacional de los Derechos del Niño tres artículos que hablan del Derecho a la Identidad. Son los artículos 7, 8 y 11, conocidos como los “artículos argentinos”, porque justamente se incorporaron a instancias de Abuelas. Esta Convención fue ratificada por la ley 23.849 de la República Argentina e incluida como norma con jerarquía constitucional en la reforma del año 1994

Con el tiempo y ante denuncias de tráfico de menores y despojo a madres en situaciones límite, y por ser el único ámbito del Estado dedicado a garantizar el Derecho a la Identidad, su labor pondría en evidencia que los hijos de desaparecidos y los hijos de mamás en estado de indefensión social comparten similares mecanismos de despojo: a unos y a otros se les arrebata la identidad y se los trata como objetos.

El niño como sujeto de derecho

Más adelante, gracias a la lucha de las Abuelas junto a otros organismos de Derechos Humanos, en el año 2005 se logra la sanción de la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, que introduce un cambio sustancial en la mirada que el Estado tiene de la niñez: el niño deja de ser concebido como objeto de derecho para pasar a ser sujeto.

El tiempo había pasado y ya las Abuelas no buscaban más bebés, sino que los nietos ya eran jóvenes. Por lo tanto, las estrategias de búsqueda debían cambiar. Ahora los jóvenes podían acercarse por voluntad propia y empezar a buscarse a sí mismos.

A partir de ese momento hubo un cambio muy importante en la Institución, que tuvo que ver con tratar de acceder a los diferentes ámbitos donde los jóvenes frecuentaban. Jornadas en las universidades, conciertos de rock, la primera obra de teatro: A propósito de la duda. Se forma el grupo de Teatro por la Identidad (www.teatroxlaidentidad.net), y también un movimiento de Músicos x la Identidad.

Se acercaron artistas  plásticos y diseñadores. En la facultad de Arquitectura algunas cátedras empezaron a trabajar el concepto de Identidad con sus alumnos. Hubo inserción dentro del área de la universidad y dentro del área de la cultura, y donde se suponía que, efectivamente, estaban los nietos.

La nueva estrategia comenzó a dar frutos. Empezaron a presentarse espontáneamente jóvenes preguntando si podían ser nietos de las Abuelas. Y ahí surge una nueva pregunta. ¿Cómo acompañar al joven que llega?

Es así como se comienza a armar un grupo de personas que se fueron especializando para recibirlos. Lo importante era que había que cuidarlos, contenerlos y ayudarlos a dar el paso hacia la verdad.

También fue creciendo el Área de Psicólogos, porque no solamente había que recibir al nieto y poder conducirlo a que conociera su identidad sino que, una vez que ese primer objetivo se lograba, se presentaba otro problema: tenía que poder deconstruir 6 su identidad anterior para construir la nueva. Esto no quiere decir tirar por la borda todo lo que ya había vivido. Al contrario, lo que se quiere decir es que tienen que lograr entender que esa persona que para ellos era la mamá no es más su mamá, ése que era su abuelo no es su abuelo, ése que era su tío no es su tío, ese nombre que está en el DNI no es el suyo, ésa no es su fecha de nacimiento. Montones de situaciones a deconstruir para dar paso a la construcción. Con tal fin se creó el Centro de Atención Terapéutica que trabaja por el derecho a la identidad, no solamente para los nietos sino para sus familiares y para todo aquel que dude de su identidad.

Los nietos siguieron creciendo y ya no estaban en las escuelas ni en la universidad, ni en los recitales de rock. Empezaron a ser padres y madres, y las Abuelas ahora “buscan” nuevamente en los jardines de infantes y las escuelas primarias. Los hijos de los nietos, a su vez, son víctimas del mismo delito que se comete con sus padres. Son bisnietos de las Abuelas, y nacen con su identidad adulterada. Las Abuelas ahora buscan a sus nietos y a sus bisnietos.

Empezaba una nueva etapa, la de aquellos que no habían logrado darle forma a sus dudas o no se animaron a acercarse. Hoy, las principales causas son las que avanzan judicialmente.

La justicia comienza a llamar a los jóvenes y les dice que hay sospechas de que sea hijo de desaparecidos. Y así surge otra cuestión importante. Ahora, como adulto, se puede negar a hacerse los estudios genéticos. Muchos se niegan porque no quieren que su sangre se convierta en el cuerpo del delito de sus apropiadores.

Y entonces surgen nuevas cuestiones para Abuelas. ¿Qué pasa si el joven es efectivamente el nieto, es convocado por la justicia y se niega a hacerse el análisis de ADN? Empieza una nueva historia. ¿Qué hace la justicia si el joven se niega?

Es así como parece otro aporte de la ciencia, y es que se puede conseguir material genético a partir de la saliva, pelos, sudor, etc. Y entonces la justicia tiene como opción indicar el allanamiento de la casa del nieto en búsqueda de material genético no hemático.

Se había encontrado una solución. Pero nuevamente se presentaba un nuevo problema. Las Abuelas ahora tenían que lograr que hubiera una ley que obligara a todos los jueces a llegar a las últimas instancias. Así es como en 2009 el Congreso sanciona la Ley de ADN, que establece que en los casos donde se sospeche que la persona en cuestión “es hijo de alguna víctima de desaparición forzada, la autoridad competente deberá ordenar todas las medidas conducentes a establecerla”, y que en caso de que la persona se niegue, “podrá ordenarse la extracción compulsiva de los mismos, cuidando que en tal caso se utilice la técnica que resulte menos agresiva”.

A lo largo de todos estos años, todos los nietos que finalmente recuperaron su identidad, agradecen saber la verdad. En la mayoría de los casos que en principio se niegan es porque quieren proteger a sus apropiadores, y no quieren enfrentarse a la situación de ser ellos la prueba de su delito.

Por eso es que hay que ayudarlos y acompañarlos para que puedan acercarse a la verdad, que en todos los casos es liberadora. 

14 comentarios en «Pequeño relato sobre la Historia   de las Abuelas de Plaza de Mayo»

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